La Vida

miércoles, 28 de octubre de 2009

RISAS EN ETIOPIA


La risa es algo maravilloso ¿verdad?
Este cuento deseo dedicarlo a dos personas estupendas y de espíritu extraordinariamente generoso. Ellos son Koldo Aldai de Fundación Ananta y Javier León de Editorial Séneca que han estado en Etiopía hace unos días con la intención de llevar un poco de risas y alegría a aquellos que pudieran necesitarlo. Como equipaje entre otras cosas, unas narizotas rojas de payaso, grandes gafas, y... amor, muchísimo amor.

El objetivo ha sido feliz y ampliamente cumplido a juzgar por el maravilloso y emotivo reportaje que nos comparte Javier León (pinchar para verlo en su blog)

Me siento orgullosa de saber que hay personas así en el mundo. Gracias, mil gracias Koldo y Javier, este cuento va para vosotros...


He oído hablar de tres místicos chinos. Nadie sabe sus nombres, y nadie los supo nunca. Se les conocía únicamente como los «Tres Santos Rientes», porque nunca hacían nada más; simplemente se reían.

Estas tres personas eran realmente hermosas: se reían, y su vientre temblaba. Su risa era contagiosa y los que la oían también se ponían a reír. Todo el mercado se ponía a reír. Cuando unos minutos antes había sido un lugar feo, donde la gente sólo pensaba en el dinero, de repente llegaban los tres locos y cambiaban todo el ambiente. La gente olvidaba lo que había venido a comprar y a vender. A nadie le importaba la avaricia. Durante unos segundos se abría un nuevo mundo.

Se movían por toda la China, de un lugar a otro, de pueblo en pueblo, ayudando a la gente a reír. La gente triste, la gente enfadada, la gente avarienta, la gente celosa: todos se ponían a reír con ellos. Y muchos se daban cuenta de la clave: puedes ser transformado.

Entonces ocurrió que, en uno de los pueblos, uno de ellos murió. La gente del pueblo se reunió y dijo: —Ahora habrá problemas. Ahora veremos si se siguen riendo. Su amigo ha muerto; deben ponerse a llorar.

Pero cuando llegaron, los dos estaban danzando, riéndose y celebrando la muerte. La gente del pueblo dijo: —Esto es demasiado. Cuando una persona muere, reírse y danzar es profano.

—Toda la vida nos hemos reído con él —dijeron ellos—, ¿cómo vamos a despedirle con otra cosa? Tenemos que reírnos, que disfrutar, que celebrar. Éste es el único adiós posible para un hombre que se ha reído toda su vida. No nos parece que esté muerto. ¿Cómo puede morir la risa, cómo puede morir la vida?

Entonces había que quemar el cuerpo y la gente del pueblo dijo: —Le bañaremos como prescribe el ritual. Pero sus amigos contestaron: —No, nuestro amigo ha dicho: «No realicéis ningún ritual, no me cambiéis de ropa ni me deis un baño. Simplemente ponedme en la pira tal como estoy». Tenemos que seguir sus instrucciones.

Y entonces, de repente, se fraguó un gran acontecimiento. Cuando el cuerpo se puso al fuego, el anciano realizó su último truco. Había ocultado muchos cohetes y fuegos artificiales bajo su ropa y ¡de repente hubo un festival! Todo el pueblo se puso a reír. Los dos amigos locos se pusieron a danzar y todo el pueblo les siguió.

No era una muerte, era una nueva vida.
Autor: Lo desconozco
Foto: Obtenida en Internet

2 comentarios:

Delia dijo...

Pura celebración de la Vida! Hermoso María, gracias.

thot dijo...

Realmente bellísima esta historia, que nos da para pensar un buen ratito.
Un beso!!!