La Vida

martes, 26 de mayo de 2009

TENIA TANTO QUE DARTE...







Cuando era pequeña, en el colegio de las H.H. Carmelitas, me explicaron que la parábola del Hijo pródigo hablaba de amor, del amor que el Padre tiene por sus criaturas, del amor incondicional, ese que ama sobre todas las cosas, que está por encima de todo, que no lleva cuentas, del amor que ama, porque no puede hacer otra cosa que amar.

Siempre me ha gustado esa parábola, mucho, y en mis oraciones pedía que yo pudiese llegar a amar a todas las criaturas de igual manera, así, por el puro placer de amar, sin condiciones...

Pasó el tiempo, crecí, me casé y tuve dos maravillosos hijos, deseados, amados, disfrutados(pulsar aquí).

A dia de hoy, podría decir que muchos de mis sueños de niña se han hecho realidad, pero la vida me dio algunas sorpresas, no todo salió como esperaba, no, había algo que no estaba en mis planes, y era que yo tuviese que aprender a amar de forma incondicional, imitar ese amor de la parábola, convirtiéndome en madre de hija pródiga. Si, lo confieso, soy madre de una hija pródiga, desde hace más o menos siete años en que mi hija decidió seguir su camino sin contar con sus padres y hermano. Créanme, eso no figuraba en mis planes ni en mis sueños.

Durante estos siete años ha habido de todo, abundó el sufrimiento, la locura de no enteder, no comprender ¿por qué? ¿por qué a mi? Sé que quizás, no, seguro, cometí errores, que no fuí una madre perfecta, pero juro que todo el amor que tenía lo dí; claro que no era un amor perfecto, ahora lo sé, era un amor condicionado, con miedo y con apego, mucho apego.

Ahora ya no pregunto por qué, ahora ya se por qué: tenia que aprender a amar, si, a amar como ese padre de la parábola, ese padre que no sale a buscar a su hijo cuando se va, que acepta su decisión, que lo respeta, pero que cuando regresa, lleno de júbilo, organiza una fiesta: "mi hijo estaba muerto y ha regresado a la vida", dice en la parábola.

Tenia que aprender a amar de manera incondicional y desapegada, tenía que aprender a sentir ese amor que dice: dá igual lo que hagas o dejes de hacer, lo que digas o no digas, si me quieres o no, da igual; porque yo, hija mia te amo tanto, tanto, que he descubierto que no necesito tenerte ni poseerte para amarte, porque tú formas parte de mí, estás en mi corazón y ahí, en el corazón, todo es posible, ahí, cuando cierro mis ojos, tú, estás tan cerca o más de mi que cuando vivias en casa, ahí te abrazo y acaricio, ahí te canto y te cuento como ha ido, y como va todo en mi vida, en nuestra vida, y siento e imagino cómo es la tuya, ahí cariño, no hay barreras ni límites y me basta con amarte yo.

Doy gracias a Dios por no permitir que todos mis planes saliesen cómo deseaba, ya que sino, no hubiese aprendido a sentir ese amor que ahora siento, a amar como ahora amo, sin miedo, desde la libertad y desapego.

Ya hace tiempo que no sufro, ahora soy feliz ,y disfruto de todo lo que la vida me trae con alegría y agradecimiento, ahora sé que todo es para mi mayor bien aunque no siempre lo comprenda.

Yo tengo una hija pródiga que acaba de ser madre, siiiiiiiiiii, ¡soy abuela! abuela "pródiga", pero abuela.

Al igual que el padre de la parábola mi amor es grande e incondicional, y ojalá algun dia pueda yo, llena de júbilo, hacer una fiesta cuando las vea aparecer a lo lejos de regreso al amor de su familia.

Como dice la canción: "Tenia tanto que darte, tantas cosas que contarte, tenia tanto amor, guardado para tiiiiiii".