La Vida

jueves, 16 de abril de 2009

SÉ COMO EL ÁRBOL


Hace algún tiempo, tuve una experiencia hermosa y sorprendente, fue durante un ¿sueño?, bueno, podría llamarlo así.

Yo me vi en un lugar en la naturaleza, era una pradera hermosa, verde, con florecillas silvestres, un gran árbol frondoso, con una buena sombra. Observo que hay lavanda, trigo, corre una suave brisa, es como un alto, y abajo, está el mar... suave, azul, y veo delfines que saltan juguetones.

Aquí, en este bello lugar, me suceden varias cosas sorprendentes, una de ellas es esta: Estoy bajo el gran árbol, lo abrazo, me gusta mucho, siento amor hacia él, siento su protección y de repente, fue como si el árbol cobrara vida y me acariciaba, se alegraba de mi presencia, batía palmas con las ramas, me rodeaba con ellas, me hablaba con sus hojas, y entonces... yo siento que me vuelvo árbol, el árbol, mis pies se hunden en la tierra como sus raíces, mi cuerpo se vuelve tronco, se alarga, se estiliza y estira, mis manos y brazos, son las ramas, me estiro... mi pelo, mis rizos, se vuelven hojas que saludan alegremente al sol; veo todo desde lo alto ¡me convertí en el árbol! ¡era el árbol! Es una sensación mágica, hermosa, liberadora y asombrosa. Yo, me veía convertida en árbol y no salía de mi asombro, y entonces una voz me susurra: "sé como el árbol... sé como el árbol". Vuelvo a recuperar mi forma humana y observo todo lo que me rodea...

Todo esto lo escribí en el momento, para no olvidar ningún detalle. Lo que he relatado está tal cual lo escribí aquel día .

Muchas veces me he preguntado el significado de todo esto y de las palabras "sé como el árbol". La experiencia como tal, fue bellísima, divertidísima y gozosa.

Hace algunas semanas, releyendo un libro de Anthony de Mello "Una llamada al amor" En el capítulo 18 leo esto:

"Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado"

(Jn 15,12)


¿Qué es el amor? Fíjate en la rosa: ¿puede acaso decir la rosa: "Voy a ofrecer mi fragancia a las buenas personas y negársela a las malas"? ¿O puedes tú imaginar una lámpara que niegue sus rayos a un individuo perverso que trate de caminar a su luz? Sólo podría hacerlo si dejara de ser una lámpara. Observa cuan necesaria e indiscriminadamente ofrece el árbol su sombra a todos, buenos y malos, jóvenes y viejos, altos y bajos, hombres y animales y cualesquiera seres vivientes... incluso a quien pretende cortarlo y echarlo abajo. Ésta es, pues, la primera cualidad del amor: su carácter indiscriminado. Por eso se nos exhorta a que seamos como Dios, " que hace brillar su sol sobre buenos y malos y llover sobre justos e injustos; sed, pues, buenos como vuestro Padre celestial es bueno". Contempla con asombro la bondad absoluta de la rosa, de la lámpara, del árbol..., porque en ellos tienes una imagen de lo que sucede con el amor.

¿Cómo se obtiene esta cualidad del amor? Todo cuanto hagas únicamente servirá para que tu amor sea forzado, artificial y, consiguientemente, falso, porque el amor no puede ser violentado ni impuesto. No hay nada que puedas hacer. Pero sí hay algo que puedes dejar de hacer. Observa el maravilloso cambio que se produce en ti cuando dejas de ver a los demás como buenos y malos, como justos y pecadores, y empiezas a verlos como inconscientes e ignorantes. Debes renunciar a tu falsa creencia de que las personas pueden hacer el mal conscientemente. Nadie puede "pecar a conciencia". En contra de lo que erróneamente pensamos, el pecado no es fruto de la malicia, sino de la ignorancia. "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen..." Comprender esto significa adquirir esa cualidad no discriminatoria que tanto admiramos en la rosa, en la lámpara, en el árbol...

La segunda cualidad del amor es su gratuidad. Al igual que el árbol, la rosa o la lámpara, el amor da sin pedir nada a cambio. Pero ¿acaso tu amor es gratuito cuando buscas la compañía de quienes te resultan emocionalmente gratificantes y evitas la de quienes no lo son; o cuando te sientes positivamente inclinado hacia quienes te dan lo que deseas y responden a tus expectativas, mientras abrigas sentimientos negativos o mera indiferencia hacia quienes no son así? De nuevo, sólo necesitas hacer una cosa para adquirir esa cualidad de la gratuidad que caracteriza al amor: abrir tus ojos y mirar. El mero hecho de mirar y descubrir tu presunto amor tal como realmente es, como un camuflaje de tu egoísmo y tu codicia, es esencial para llegar a adquirir esta segunda cualidad del amor.

La tercera cualidad del amor es su falta absoluta de auto-consciencia, su espontaneidad. El amor disfruta de tal modo amando que no tiene la menor consciencia de sí mismo. Es lo mismo que ocurre con la lámpara, que brilla sin pensar si beneficia o no a alguien; o con la rosa, que difunde su fragancia simplemente porque no puede hacer otra cosa, independientemente de que haya o deje de haber alguien que disfrute de ella; o con el árbol que ofrece su sombra... La luz, la fragancia y la sombra no se producen porque haya alguien cerca, ni desaparecen cuando no hay nadie, sino que, al igual que el amor, existen con independencia de las personas. El amor, simplemente, es, sin necesidad de un objeto. Y esas cosas (la luz, la sombra, la fragancia), simplemente, son, independientemente de que alguien se beneficie o no de ellas. Por tanto, no tienen conciencia de poseer mérito alguno o de hacer bien. Su mano izquierda no tiene conocimiento de lo que hace su mano derecha. "Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento y te ayudamos?".

Y la cuarta y última cualidad del amor es su libertad. En el momento en que entran en juego la coacción, el control o el conflicto, en ese mismo momento muere el amor. Fíjate cómo la rosa, el árbol y la lámpara te dejan completamente libre. El árbol no va a hacer el menor esfuerzo por arrastrarte hacia su sombra cuando corras el riesgo de sufrir una insolación; y la lámpara no va a ensanchar su haz de luz para que no tropieces en la oscuridad. En cambio, piensa por un momento en toda la coacción y el control por parte de los demás a que tú mismo te sometes cuando, por no perderlos, tratas tan desesperadamente de responder a su expectativas. Cada vez que te sometes a dicho control y a dicha coacción, destruyes tu natural capacidad de amar, porque no puedes dejar de hacer con otros lo que permites que otros hagan contigo. Observa y comprende, pues, todo el control y la coacción que hay en tu vida, y verás cómo se reducen y empieza a brotar la libertad. En definitiva, "libertad" no es más que otra palabra para referirse al amor.

Quizás aquel episodio con el árbol, me decía que así era como yo, debía amar, en, y para la libertad, indiscriminadamente y con total gratuidad.

Foto: (abrazando un árbol, encontrado en google)

4 comentarios:

joaquin tamames dijo...

Bien por este blog, María! Un abrazo!

Silvia García dijo...

Hola María, precioso tu relato y el escrito de Melo
Obviamente nadie puede dejar de coincidir con esto, solo que es bastante difícil alcanzarlo, debemos estar atentos todo el tiempo y trabajando con nuestro interior, son demasiadas las cosas que se nos imponen desde el momento mismo de nuestra concepción,creo.
En mis prácticas de Tai chi, hacemos siempre una meditación que se llama, abrazando el árbol, y es exactamente como la foto que has incluido, yo cuando la hago siempre visualizo un enorme palo borracho que hay en el parque donde voy a caminar, y que lo abrazo toda vez que voy.
Que termines bien tu domingo.
Te dejo un gran abrazo

yeni dijo...

hola maria,es muy bueno este relato,y así de dificil ponerlo en practica,porque en esta vida nada es facil.....
un abrazo

Anónimo dijo...

"be water my friend"