La Vida

domingo, 11 de julio de 2010

SOLTAR



Nuevamente Joaquín Tamames y sus escritos; otra vez me tocan en lo profundo y... cómo no, al igual que en la anterior entrada, va dedicada con toda la intención del corazón , son tan tremendamente oportunas estas palabras...

Escritos por un mundo mejor: “Soltar” (Joaquín Tamames)

Desde muy chicos hemos aprendido a agarrar, a aferrarnos, y lo hemos hecho tanto y tan bien que requerimos después de un largo aprendizaje hasta empezar a soltar. Nos enseñan y enseñamos a buscar lo propio, lo que nos diferencia, lo mío, lo que me pertenece. Y con ello, como derivada casi inevitable, a poseer, a tener, a cerrar el puño para que nada se escape. Y el puño aprende a cerrarse y además a bien cerrarse, marcando a su alrededor las venas del brazo y del antebrazo.

En el último aliento, cuando expiramos (y todos hemos de expirar: esta idea me pide estar en paz con todos los seres) se produce el mayor ejercicio de soltar. Nos soltamos de nuestra vida, de nuestra personalidad, que hasta entonces venimos identificado con nuestra realidad. Nos soltamos sin capacidad de agarrarnos porque todos los asideros ya han desaparecido. Nos soltamos, y en ese momento los que asisten a nuestro óbito se abrazan y lloran, y en un breve momento, como si fuese una punzada más allá del corazón, entienden lo sagrado de todo y la hermandad de todo. Es un fugaz instante en el que recuperamos la humanidad.

Este ejercicio del último soltar tiene su belleza y su poesía, pues significa también ponerse en manos de algo grande y superior, además de retornar a la esencia. Volvemos a ser espíritu, ya sin el disfraz terrenal, y ese espíritu vuelve a ocupar su lugar en el Logos, más allá de ninguna peripecia, querella, sufrimiento, no digamos de ninguna tristeza. Soltamos así para ganar, para fundirnos en esa otra realidad, que es la realidad verdadera más allá de esta ilusión tan breve. Porque este espacio terrenal es bien breve.

Vengo pensando sobre situaciones tensas que he vivido o que han vivido recientemente personas de mi entorno. Pueden ser puntuales o más de fondo, afecciones pasajeras o enfermedades del ánimo y de las relaciones muy profundas. En muchas de estas situaciones siento que lo que falta es soltar, y que mientras ese soltar no se produzca será imposible generar paz y armonía. Es más, ese soltar es esencial para la sanación. Y ese soltar puede revestir muchas formas: perdón, humildad, silencio, oración consciente, amor, llanto, reencuentro verdadero. Tiene diversos vestidos, si.

Percibo que nuestro progreso en la evolución se ralentiza una y otra vez por el agarrar y por nuestra dificultad en soltar. Nos agarramos a esto o aquello, unas veces con razón (o con percibida razón) y otras sin razón. Y damos vueltas y vueltas así agarrados, entrelazados, desgastándonos en una espiral sin límite que comienza para acabar de nuevo, una y otra vez, durante mucho tiempo, durante muchos eones como refiere el budismo. A veces pienso en el perro de presa que no suelta su presa, en este caso otro perro de presa. Un baile triste y largo, en el que los dos dan círculos, desangrándose, agarrados en esa danza mortal. Alrededor todo queda enrojecido por la sangre. ¿Cuál de esos perros pensó en este final cuando jugaba con sus hermanos cachorros en los primeros días de vida, en qué no cabía ese agarrarse final, y en los que todo era descubrimiento y alegría?

He estado recientemente con una pareja que se ha separado, primero me he visto con ella, luego con él. Siento que él no lo ha hecho muy bien, pero ha entendido que tenía que irse y se ha ido, estas cosas nunca son fáciles. La convivencia se ha roto. Hay una ruptura tras más de tres décadas de vida en común. Tras la ruptura hay un aferrarse, un lío colosal, una guerra de situaciones, de percepciones. Pronto puede surgir una gangrena que se lleve a los dos por delante. Hay que soltar. Es la única forma de que la vida no se enquiste, de renovar la vida. Y la vida requiere renovarse.

Recientemente he tenido algunas discusiones. Vuelvo mentalmente sobre ellas. Pienso esto y aquello. Ahora soy yo el perro de presa… Hay de nuevo esa vivencia, ese entrelazar, me muerden, muerdo, muerdo, me muerden. Puedo continuar pensando en ello. Puedo también soltar. Hay que soltar.

Los hombres nos decimos: me hiciste esto y aquello, hay que reparar, no te irás de rositas… Nos cuesta soltar, nos entrelazamos más, añadimos a un karma ya largo y complejo un nuevo karma. Volvemos a incidir sobre la ley de la causa y el efecto, retrasando el inevitable pago de todas las deudas pues generamos nuevas deudas, nuevas relaciones que hay que reparar y sanar. Más kilos a la mochila, ya casi no podemos andar. Los padres se lo recuerdan a los hijos. Nos decía El Roto en una viñeta hace unos meses: “algún día, hijo mío, todos mis odios serán tuyos”.

Agarrar puede significar aferrarse a la muerte. Urge soltar, en todos los frentes, en todos los ámbitos. Si no soltamos enfermaremos más de lo que ya estamos. Lo entendemos cuando vemos las estrellas, por la noche, como el hombre que nos dibuja Roerich, que parece uno con el universo. Lo entendemos en ese momento final, cuando la mano que sostenemos ya se suelta porque no le queda vida, cuando escuchamos lo que ha sido la última respiración del ser amado. Lo entendemos en algunos momentos puntuales, pero no le hacemos mucho caso.

Dicen que la voz del alma habla muy queda, con mucho sigilo, y que cuando nos habla andamos con frecuencia muy distraídos. Ahora es el momento de escucharla, de buscar ese susurro, de entablar un diálogo demasiado tiempo callado. Creo que podemos elegir vivir mucho más ligeros, de cuerpo y de mente. Tenemos que olvidar el orgullo terrenal para abrirnos a lo nuevo. Lo nuevo nos espera, pero nos pide soltar, para vivir como aquellos lirios de los que se nos habló con tanto amor hace tanto tiempo.

3 julio 2010

http://www.fundacionananta.org/

5 comentarios:

Unknown dijo...

Soltar, es absolutamente necesario, tu y yo lo intuimos, por eso te gusta tanto el escrito...

no queda mas remedio, la libertad exige soltar-se uno así mismo y soltar a los demás, lo cual implica amar todo el rato, con buen corazón, dejandose llevar por esta vida y sus derroteros.

Me gustan tus reflexiones, somos almas parecidas, o eso creo yo.

Un besazo soltando lo que puedo.

Silvia García dijo...

Hermosísimo escrito querida María, igual al anterior "Pasar página", el cual me lo imprimí para tenerlo.
Cuano relajo a mis alumnas todo el tiempo les hablo de soltar, soltar, como dice Estrella soltar-nos y soltar.
Un abrazo gigante de amor mi dulce amiga, y espero que ya estés disfrutando el viaje.
Silvia

Gizela dijo...

Soltar...es tan importante aprender a soltar...
Nada fácil María..a veces
Somos una circunstancia de vida con barrotes que fundimos y aferramos, nosotros mismos, para encerrarnos.
Besotesss muchos

M. J. Verdú dijo...

Leerlo me hizo sentir mejor

walkingwoman dijo...

Hola, María: Puedes pasar a recoger el premio DARDOS II, por tu trabajo con los más desprotegidos y por estar aquí.

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